
La Medicina Popular Interpretada II
Vigo, 1986, Xerais, 256 pp.
Los curanderos tradicionales distinguían varios tipos de dolencias. Las más importantes recibían su nombre por el medio de contagio, por el medio que empleaba el sospechoso de brujo para introducir los espíritus maléficos en el cuerpo de la víctima. Si el espíritu maléfico causante de la enfermedad entraba en una comida, provocaba un «mal de bocado»; si entraba durante un contacto personal con el supuesto brujo, se producía un «mal de contacto»; si entraba con su aliento, «mal de aire»; y si entraba con su mirada, «mal de ojo». Cada una de estas denominaciones no respondía a unos síntomas concretos; el nombre solo aludía al medio de contagio supuesto. Frente a esos males los curanderos trataban a los enfermos con la imposición de manos, la mirada y el soplo curativos.